Mucho se ha debatido en los siglos XIX, XX y lo que llevamos del XXI de si comunismo o capitalismo. Pero con esta dicotomía en la discusión se ha obviado muchas veces algo más pernicioso que la economía del sistema comunista; hemos pasado de largo de unas ideas que influyen en la moral, la ética, la filosofía y el derecho natural. Todo ello ha tenido una gran repercusión en nuestra sociedad, en todos sus órdenes y ámbitos. En estos tiempos de pandemia, el Covid-19, conviene no olvidar algunas cosas.
El muro de Berlín cayó en 1989 y con él también el sistema comunista del Este de Europa, pero el comunismo como tal no ha caído todavía y sigue entre nosotros disfrazado de modernidad, progreso y libertad. Muchas veces en las leyes educativas y en la estructura de los planes de estudio universitarios.
A lo largo de la historia los papas han condenado el comunismo de una forma u otra. Unas veces con solemnidad, otras con alocuciones o discursos, pero la tónica de la condena ha sido siempre clara y explícita.
El Papa Beato Pio IX en su Carta Encíclica “Qui Pluribus” de 9 de noviembre de 1846 ya condenó el comunismo: “doctrina funesta y más que nunca contraria al derecho natural, que llamamos comunismo”. Ello nos plantea la siguiente pregunta: ¿por qué va desapareciendo la asignatura de derecho natural de las facultades de derecho aun hoy en día? El Papa León XIII nos responde en su Carta Encíclica “Rerum Novarum”, de la que por cierto siempre se citan sólo algunas partes a interés de algunos, pero se silencian pasajes como los siguientes defendiendo el derecho a la propiedad privada y el uso de la misma: “Poseer privadamente las cosas como suyas es derecho que la naturaleza ha dado al hombre (…) Poseer bienes privadamente es derecho natural del hombre (…) El derecho de poseer privadamente bienes no ha sido dado al hombre por ley, sino por naturaleza, la autoridad pública no puede abolirlo”. Es evidente que el derecho natural pone de manifiesto, no sólo porque lo digan los papas, que antropológicamente la sociedad es libre económicamente hablando por no usar tan prontamente y de forma anacrónica el término capitalismo. En este sentido a algunos les estorba el derecho natural y quieren mediante el positivismo legal construir una realidad que nunca ha existido de manera natural. Así pues, eliminar todo vestigio que mine las bases del comunismo es el objetivo de muchos con el silencio cómplice de tanta gente buena, biempensante pero débil y floja en la defensa de los principios antropológicos, morales, éticos y filosóficos más básicos. No debemos pasar por alto que el mismo autor de la “Rerum Novarum”, el Papa León XIII, también fue autor de otra Carta Encíclica intitulada “Quod Apostolici Numeris” en la que define al comunismo como “mortal enfermedad”.
El Papa San Pio X no se quedó atrás, en una carta del 20 de enero de 1907 dirigida a los dirigentes de la Unión Económico-Social, así lo expresó: “oponeos eficazmente a los progresos del socialismo; el cual respirando odio contra el cristianismo y arrancado del corazón del pueblo las esperanzas del Cielo, avanza destructor para derribar el edificio ya vacilante de la sociedad”. También el Papa Pio XI en su Carta Encíclica “Quadragesimo año” de 15 de mayo de 1931 para celebrar el 40 aniversario de la “Rerum Novarum” de León XIII dijo: “El socialismo ya se considere como doctrina, ya como hecho histórico, ya como acción, si realmente sigue siendo socialismo, aun después de las concesiones a la verdad y a la justicia que hemos dicho, es incompatible con los dogmas de la Iglesia Católica, pues concibe la misma sociedad como totalmente ajena a la verdad cristiana”.
El Papa Pio XI advirtió sobre el comunismo: «Juzgamos superfluo prevenir a los buenos hijos fieles de la Iglesia contra el carácter impío e injusto del comunismo; pero no podemos menos de contemplar con profundo dolor la incuria de los que parecen despreciar estos peligros, y con cierta pasiva desidia permiten que se propaguen por todas partes doctrinas que destrozarán por la violencia y la muerte toda sociedad».
Durante el papado de Pio XII y con su aprobación se emitió un decreto del Santo Oficio el 28 de junio de 1949 que rezaba así: “El comunismo, en efecto, es materialista y anticristiano”.
Con todo ello llegamos al Papa Juan XXIII, el Papa del “aggiornamento”, el Papa del Concilio Vaticano II, el Papa de la apertura, el Papa de la Esperanza, el Papa de la modernidad, el Papa de la Libertad, el Papa de la luz, el Papa, muchas veces ideologizado, encumbrado y mitificado por algunos. Muchos lo han tratado como si hubiese sido un cura de pueblo, que es lo que quiso ser, pero no fue. Juan XXIII fue un eclesiástico de notable carrera diplomática de la Santa Sede. Entre otros pronunció el discurso como Nuncio de Su Santidad y decano del cuerpo diplomático acreditado en París, después ya de su liberación, el 1 de enero de 1945 ante el General De Gaulle.
El Papa San Juan XXIII en su tan famosa Carta Encíclica “Pacem in Terris” de 11 de abril de 1963 dijo lo siguiente: “También surge de la naturaleza humana el derecho a la propiedad privada de los bienes, incluidos los de producción, derecho que, como en otra ocasión hemos señalado, constituye un medio eficiente para garantizar la dignidad de la persona humana y el ejercicio libre de la propia misión en todos los campos de la actividad económica, y es, finalmente, un elemento de tranquilidad y de consolidación para la vida familiar, con el consiguiente aumento de paz y prosperidad en el Estado”.
Las palabras de San Pablo VI no son menos claras en una breve alocución a la XIII Asamblea del episcopado italiano el 21 de mayo de 1976: “No es lícito abstenerse del deber electoral… es un deber civil, moral, social y religioso, pero no a una expresión política que sea, por motivos ideológicos y por experiencia histórica, radicalmente contraria a nuestra concepción religiosa de la vida”. De sobra es conocido el movimiento de la democracia cristiana que Mons. Montini (Pablo VI) siendo joven sacerdote promovió entre universitarios italianos en la posguerra europea.
El Cardenal Albino Luciani, después el Papa Juan Pablo I, escribió un lucidísimo libro “Ilustrísimos señores” a modo de cartas dirigidas a personajes históricos. En una de ellas decía: “Impostores serían -según Cesbron- los hombres de la gran prensa, que, divulgando indiscreciones sensacionalistas e insinuaciones calumniosas, se aprovechan de los más bajos instintos de la gente y van destruyendo poco a poco el sentido moral. A través de la prensa, la radio y la televisión, no se centra en contacto con los hechos en sí, sino con una versión de los hechos, que cada uno interpreta a su modo. La mentira y la verdad se aceptan en igual derecho de ciudadanía. ¡Una auténtica bofetada a la dignidad del hombre y en la bondad de Dios, que creó al hombre capaz de certezas!”. Muy propio para nuestros tiempos de manipulación informativa a favor de la ideología comunista.
Y sí, ya lo habrán adivinado, hemos llegado al San Juan Pablo II. Múltiples son sus clarísimas palabras en contra del comunismo, de la economía planificada, de la alienación del ser humano y de los estragos causados por las perniciosas ideologías que han envenenado el mundo como una auténtica pandemia de dolor y de miseria. Son tantas sus declaraciones que no podríamos ni tan siquiera resumirlas por razón de espacio. Citaremos la más clara por ser la más profunda, a nuestro juicio, y que resume todas las demás y que se encuentra integrada en su Carta Encíclica “Centessimus Annus de 1 de mayo de 1991 dijo: “El error fundamental del socialismo es de carácter antropológico”. Nadie duda ya de la gran aportación a la libertad y a los derechos humanos del Papa San Juan Pablo II. En ese aspecto encontró dos grandes aliados que fueron el presidente de los EEUU, Ronald Reagan, y la primera ministra británica, Margaret Thatcher. Todos ellos jugaron un papel fundamental en la caída del muro de Berlín y en el fin del socialismo como sistema político cuya ideología es la más abyecta y nefasta de todos los tiempos y que más dolor y sufrimiento ha causado, el comunismo.
El Papa Benedicto XVI también expresó con claridad su postura cuando después de un concierto en la Capilla Sixtina el 4 de diciembre de 2009 pronunció las siguientes palabras frente al presidente de la República Federal Alemana en el 60 aniversario de su fundación y a la sazón 20 aniversario de la caída del muro de Berlín y que no precisan comentario: “En la dictadura comunista, ninguna acción se consideraba mala en sí misma ni nunca inmoral. Lo que era útil para los objetivos del partido era bueno, aunque pudiera ser inhumano”.
También el Papa Francisco pronunció una homilía con ocasión de una beatificación en Rumanía el 2 de junio de 2019 por la represión comunista iniciada el 15 de mayo de 1948 en el mismo país y cuyas palabras no dejan lugar a dudas: “Los nuevos beatos sufrieron y dieron su vida, oponiéndose a un sistema ideológico que rechazaba la libertad y coartaba los derechos fundamentales de la persona humana. En aquel periodo triste, la vida de la comunidad católica fue sometida a una dura prueba por un régimen dictatorial y ateo”.
No nos queda mucho que añadir. Hemos intentado plasmar de qué forma, de manera ininterrumpida, todos los papas han denunciado lo pernicioso del comunismo en todos sus aspectos: moral, económico, político, social…
Los cristianos que amamos la libertad, el progreso, la democracia, la igualdad de oportunidades… los que apostamos porque con todos estos factores el ingenio humano da lo mejor de sí y contribuye a crear una sociedad más justa, reclamamos que existe una Verdad y que hay que defenderla y trabajar por y para ella. Para nosotros esta Verdad se llama Jesucristo y es la Verdad que nos hará libres. Desde todas las profesiones, desde todos los rincones, desde todos los lugares tenemos la obligación moral de no desfallecer, de vigilar y de no permitir que destruyan el esfuerzo y sacrificio de construcción de un país por más de 500 años y que forma una unidad moral que se llama España.
Francisco (Xisco) Cardona Vidal
Doctor en Derecho Canónico